Fue presentada la película "Berberian Sound Studio" del Festival Internacional de Cine UNAM en la explanada de Casa de la Cultura de Colima, bajo la coordinación de la Secretaría de Cultura.
Berberian Sound Studio cuenta la historia de Gilderoy, un retraído y tímido técnico de sonido inglés que viaja a Italia para trabajar en la post-producción sonora del último maestro del terror Santini. Con su llegada al estudio, que desde el primer momento transmite bastante mal rollo, descubrirá a una fauna de personajes excéntricos y maniáticos, donde los jefes utilizan técnicas bastante agresivas para motivar a las actrices de doblaje y donde lograr que se le abone el dinero del pasaje de avión se convertirá en una misión imposible. Tampoco será agradable descubrir que la película en la que tiene que trabajar es una extremadamente violenta cinta donde brujas y demonios torturan hasta la muerte a jóvenes muchachas en macabros rituales de magia negra, algo que despertará la repulsión de Gilderoy, pero que conforme vayan sucediéndose las sesiones de grabación, irán perturbando su mente hasta el extremo de confundir realidad y ficción. La película, ambientada en la Italia de los 70, comienza con unos magníficos títulos de crédito, totalmente setenteros, con la pantalla teñida de rojo sangre. Este inicio ya nos sugiere que estamos ante un ejercicio de estilo, donde la sucia y tenebrosa estética nos remite a aquellas cintas italianas de artesanos como Lucio Fulci o Sergio Martino, gracias a un excelente trabajo de fotografía de Nic Knowland y una perfecta dirección artística. Con el único escenario del estudio Berberian, Strickland consigue crear una sensación de amenaza constante y auténtico terror psicológico, sin recurrir en ningún momento a la violencia física ni a la sangre. Aquí el miedo se palpa en cada sonido de la película en que trabaja Gilderoy –de la que jamás vemos sus imágenes–, cuyos efectos son conseguidos con técnicas tan rudimentarias como machacar fruta o echar aceite en una sartén al fuego. Los mayores momentos de tensión tienen como protagonistas a las sufridas (y enigmáticas) chicas que prestan sus gritos a la obra de Santini. Antológico en este aspecto es el momento en que Gilderoy se ve obligado por un superior a subir al máximo el volumen de sonido en los cascos de una de las actrices que está en la cabina de grabación. Un maltrato psicológico que también llega a caer en el acoso sexual, tal y como desvela el personaje de Verónica.
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