miércoles, 14 de noviembre de 2012

Nancy Jazmín González Flores


Ataques nocturnos de un demonio


“Mientras permanecía  inmóvil, intentando reunir mis pensamientos, la fría mano me aferró con fuerza de la muñeca, sacudiéndola con petulancia, mientras la voz farfullante decía de nuevo; no tengo nombre en las regiones donde habito ---replicó la voz, plañidera--- fui un hombre y soy un demonio. Soy implacable, pero digno de lástima”.
El entierro prematuro, (fragmento) Edgar Allan Poe.

Siempre somos acechados por seres del inframundo, vigilando nuestros pasos, aprovechando oportunidad alguna para propiciarnos unos segundos angustiosos. Solo para hacernos sentir presas indefensas.
La siguiente historia dice así:
“Mi día había transcurrido tan rutinario como siempre. Al caer la noche preparé mis cosas para la jornada laboral siguiente, cené en compañía de la televisión mientras esperaba a mi hermana de la Universidad para finalmente irnos a dormir. Una vez estando en casa, ella dejó sus cosas en la mesa y se metió a darse un duchazo, mientras que yo la esperaba en la única cama que compartíamos.
El cansancio me venció y estire el brazo para apagar la lámpara del buro, quedando a oscuras aunque no por completo ya que  la puerta del baño se encontraba  ligeramente entreabierta. El sonido del agua que caía de la regadera me comenzó arrullar, cuando se detuvo inmediatamente dando por entendido que mi hermana pronto me haría compañía y de paso me arropara.
Escuché unos pasos y de reojo visualice una figura vultuosa que se acercaba hasta donde estaba, me giré a la izquierda quedando de lado para hacer un espacio en el colchón, seguido de eso los resortes se hundieron soltando su ordinario rechinido. De pronto sentí un inusual asobronamiento sobre mi cuerpo, y una mano que acariciaba la espalda baja y mis caderas.
Dada la situación antes mencionada, abrí los ojos y al tratar de voltear, claramente vi una enorme mano que tapó violentamente mi boca presionándola con una indescriptible fuerza. Quedé paralizada del miedo debido al mismo pánico que experimentaba. 
Aún recuerdo que con mi hombro derecho forcejeé sin éxito alguno, mientras sentía una fuerte respiración entre mi nuca y oído. No sé exactamente cuánto tiempo transcurriría esos angustiosos momentos mientras imploraba al cielo que me ayudara de alguna forma. Finalmente dejó de sujetarme y emití un grito de terror que casi desgarró mi garganta.
 Me senté mirando a mi alrededor donde no había nadie. Mi hermana entró a la habitación para auxiliarme, encontrándome en estado de shock nervioso, estaba inconsolable no podía parar de llorar y temblar. Después de eso sólo me queda tratar de olvidar, pues no será sencillo borrar para siempre una experiencia como esta”.


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