Conejito suicida*
Cristina Arreola Márquez
Dijo adiós a sus múltiples crías y avanzó hacia el establo. La mirada de su nuevo concubino insinuaba la única noche, el primer paso a un funeral de chillidos. Después de todo, para un conejo ¿cuál es la mejor manera de suicidarse? El mundo es tan grande para los alcances de su mirada, que la grandeza en dientes y órgano reproductor de su amante ya no son inusuales.
Desde lejos, las miradas: una radiante en deseo y la otra bañada en desgracia. Sin un primer contacto, se abalanza hacia él: lo desgarra, tritura sus intestinos como vara de brocheta. Pero no murió, quedó ahí temblando en un orgasmo triturante, arrastrando su cuerpecillo malgastado; feliz y muerto, suicida al fin.
*Parte de la plaquette Nínive (2010) de la colección Ouroboros, editado por la Universidad de Colima.
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