El misterioso caso de la casa embrujada
Parte 1 de 3
“Esto me ocurrió hace mucho tiempo en una casa que rentaba junto con otros compañeros en mi época de estudiante en la Universidad. Anticipadamente había escuchado hablar a mi compañero de cuarto acerca de percibir una vibra verdaderamente ofensiva en dicha vivienda, debido a que la atmósfera era de índole negativa en todo su esplendor. Obvio que nunca hice caso alguno respecto a tal comentario puesto que era escéptico por naturaleza”.
“Recuerdo una salida en particular donde todos mis compañeros coincidieron en pasarla fuera, debido a que era fin de parcial por lo que indicaba que nadie regresaría a casa. Como todo buen universitario que velaba durante toda la madrugada acompañado de múltiples tazas de café con la finalidad de concebir el trabajo que pudo haber sido terminado durante el transcurso de un mes, teniéndose como fecha límite de entrega al día siguiente, lo cual todo indicaba que la pasaría solo durante esa noche”.
“Una vez que todos se marcharon, me derribé esparcidamente en el sofá de la sala, tomé el libro que coloqué en la mesita de centro y continué la lectura que formaría parte de un ensayo literario que realizaría a primera hora en el modulo de computo sin problema alguno”.
“Después de terminar el libro sentí los ojos cansados por tanto leer y antes de cerrarlos visualicé el antiguo reloj de pared de agraciados cortes de madera, el cual emitía como sonido, campanadas graves y firmes para anunciar cada hora transcúrrete. Éste le daba un exquisito ambiente tipo barroco a las rústicas posesiones de esa casa, era como si el tiempo no hubiera pasado sobre sus interiores”.
“En tal sofisticada decoración, irradiaba toques sombríos por las sutiles y opacas luces color ámbar que provenían de las pequeñas lámparas (de mesa) estilo clásico color chocolate, perfectamente colocadas de manera estratégica alrededor de la misma sala”.
“Y percibiendo lejanamente las últimas doce campanadas antes de perder la lucidez, él ineludible sueño terminó dejándome somníferamente inconsciente. De pronto sentí un ligero tirón en el pantalón, exactamente en la pierna entumida por mantener una misma posición durante buen rato, por lo que medio desperté para acomodarme, cuando nuevamente sentí un segundo tirón pero esta vez de la pierna opuesta”.
“Antes de sentir miedo alguno, somnolientamente recordé el libro que acababa de leer y que seguramente debí colocar sobre mi rodilla antes de quedar completamente dormido, mismo que se recorría suave y lentamente. El sentido común en mí terminó en el momento que en lugar de deslizarse cuesta abajo (por su mismo peso), comenzaba a subir evadiendo completamente la teoría establecida por la física. Comencé a impacientarme por querer saber de lo que se trataba pero a la vez me resistía en abrir los ojos”.
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