martes, 28 de julio de 2015

Festival de Monólogos Teatro a una Sola Voz 2015 - Patán, monólogo para un perro cuya vida es sueño

Patán, monólogo para un perro cuya vida es sueño”, fue la producción de la compañía jalisciense A la Deriva Teatro, dirigida por Fausto Ramírez, con la cual abrió el Festival de Monólogos 2015 “Teatro a una Sola Voz” que tiene como sede el Teatro Hidalgo del 26 de julio al 1 de agosto con 6 unipersonales mexicanos y uno más de Reino Unido.
Todas las funciones son gratuitas en este festival organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado y el Conaculta por medio del Instituto Nacional de Bellas Artes. No se necesita boleto para ingresar, aunque cabe aclarar que por su contenido, todas las propuestas están dirigidas a jóvenes y adultos.
A pesar de una fuerte lluvia, el festival siguió su curso, la inauguración estuvo a cargo del Secretario de Cultura Rubén Pérez Anguiano, quien luego de exhortar a la población a disfrutar de este magnífica muestra con la mejor selección de monólogos a nivel nacional, comentó que dicha apertura coincidió con la conclusión del Mes Colimense del Teatro, en el que se ofrecieron 29 presentaciones durante junio y julio, de las cuales 17 de ellas fueron en el Teatro Hidalgo y 12 en el resto de los municipios, con la participación de 12 compañías locales y alrededor de 10 mil 200 espectadores.
También estuvo presente Sergio Morales, director del Teatro Hidalgo y César Tapia, Enlace con los Estados de la Coordinador Nacional de Teatro del INBA, quien agradeció a la Secretaría de Cultura de Colima todas las facilidades brindadas para este festival en su edición número once, el cual ha sido cobijado en nuestra entidad durante los 7 últimos años con una excelente respuesta del público.
Con una luz tenue, una cubeta y unos palos que sirvieron para generar música, el actor Alejandro Rodríguez interpretó a Patán, un perro de raza “indefinida” mitad pastor inglés, mitad rottweiler, quien se definió a sí mismo como un perro fresa, mimado por sus dueñas Claudia y Lara, quien creía que el mundo estaba hecho para que le sirvieran de comer, para asomar la cabeza en las ventanas, mover la cola alocadamente, marcar los postes y árboles con su rastro, ladrar sin causa alguna, así como olfatear o lamer, si tenía suerte, a alguna seductora perrita que paseaban en el jardín.
Un mundo lleno de comodidades que cambió luego de que Patán, siguiendo sus instintos de macho, conociera a la San Bernardo más bella y coqueta que ha existido jamás, en su intento de alcanzar el auto donde ella viajaba corrió y corrió hasta que, en medio de la nada, se perdió en la gran ciudad. Ahí, descubrió que la verdadera amistad no estaba en el peluche con el que jugaba y creía tener sexo en casa, sino con Segismundo, un canino español abandonado por sus dueños, con quien estuvo hasta su último suspiro. Consternado por ver un mundo lleno de crueldad, conoce el hambre, los rechazos, maltratos, hasta experimentar la soledad y preguntarse qué es la vida.
Cansado y desilusionado, con una voz interior que pedía salir a gritos, descubre que la vida es un sueño y justo cuando ve un cartel que colgaba de una caseta telefónica, con su fotografía y un aviso de sus dueñas para recuperarlo, Patán muere atropellado por un transporte público. Quizá fue el destino, o el estar en el lugar y en el momento equivocado, quizá fue sólo un sueño.











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